sábado, 10 de agosto de 2013

Molinos de Viento

La puerta se abre en una humilde casa de una planta, las paredes denotan proligidad en su pintura, pero también esta la clara señal del paso del tiempo en las mismas. Y en algunos sectores  las marcas del tiempo hicieron estragos, entro y se respira aire de familia, agudizo el oído para buscar comprender que es lo que suena y una radio mal sintonizada tiene un folclore que a duras penas se percibe entre las ondas que el éter trae al radio transmisor que esta sobre la mesa.
Me quedo parado y grito ¡¡PERMISO!! en eso voy pasando una cortina que oficia de divisor entre el living y el comedor. al tiempo que se escucha -Pase. En la punta de la mesa hay un señor que se ve de perfil sentado, lleva gorra de paño con visera lentes y su imagen se recorta de manera perfecta por el sol que ingresa por la ventana. Quien esta allí sentado es un guerrero, si si así como leen un Guerrero ya no porta su armadura y dejo de montar su viejo zaino pero esta ahí, sentado, de brazos cruzados esperando la llegada de un familiar que acompañe su tarde para quebrar la monotonía de un hogar que desde hace un tiempo se lo siente bastante vació debido a una ausencia que a muchos aun nos duele. Voy a su encuentro, el escudriñando con la vista me reconoce a medias, hasta que por fin al escuchar el tono de voz, me llama por mi nombre y me pide que en ese mismo instante ponga la pava al fuego que quiere unos amargos, a lo que gustosamente accedo.
A partir de allí comienzan a fluir historias, de miles de colores, historias de múltiples batallas, estas batallas tienen como escenario la vida, la vida misma del laburante que se parte el alma diariamente para llevar el morfi a la casa, así me cuenta y muestra las marcas de su cuerpo que atestiguan el dolor vivido pero también alegrías por montones, por ejemplo recuerda casi con anhelo las cenas familiares donde los hijos, los nietos inundaban su casa para juntarse en el patio, bajo el parral a comer un asado bien regado con abundante vino, allí están sus alegrías y se le escapa alguna lagrimita (que disimula a la perfección ) cuando recuerda la lista y se da cuenta que algunos de los actores de esas largas mesas se han ido de viaje, para siempre.
 Este ilustre guerrero del que les cuento batallo por años contra molinos de viento, varios de los cuales venció, y alguno le ocasiono alguna herida fulera se llama Alejo, lleva por apellido Gómez, porta 90 inviernos en sus hombro y posee la entereza de un quebracho colorado, esos quebrachos de nuestro norte querido. Yo un humilde redactor que esta unido por el parentesco, soy su nieto soy la sangre de su sangre, soy quien en este momento trata, mediante un desorden bastante coherente, de contar que Alejo hoy a vencido nuevamente, hoy este altivo personaje muestra nuevamente su entereza y haciendo gala de una polenta envidiable muestra el camino a sus seguidores para seguir batallando en este día a día llamado vida.
Pero bue ya me perdí asi que vuelvo al hilo, la pava esta chillando y en mi cabeza resuenan las historias hasta que súbitamente escucho, dale que se hierve, corro a la cocina presuroso apago el agua y apuro a mojar la yerba para sentarme y compartir unos amargos, me cuenta de su pasado el cual escucho con una atención casi de alumno, saco una pequeña libreta y anoto desordenadamente fechas y algún que otro dato relevante que van sirviendo en esto de reconstruir la historia de este personaje local, la radio sigue sonando bastante mal, pero el tararea una chacarera, la conozco y le pregunto de donde la sabe? contesta, esa la tocaba Cafrune. Arrimo el mate extiende sus arrugadas manos, la piel se ve gruesa hay callos a montones y son fiel testigo de su vida sacrificada, el mate se tapa, automáticamente mueve la bombilla lo acomoda y prosigue mientras me cuenta de su pasado en Formosa, lo escucha casi embobado y la libreta quedo sobre la mesa, sus andadas por el norte se extiende por dos termos de mate y no culminan aun, se me agota el tiempo y ofrezco una pausa mientras cocino algo,  en eso ingresa correteando un pequeño de unos 3 es su bisnieto el cual lo abraza casi como si tocara un prócer, Alejo lo alza lo pone sobre sus rodillas me mira y me dice, esta es una de las razones por las cuales puedo seguir peleando, mis nietos, mis bisnietos. Ahí esta la savia que alimenta un motor de años, allí encontró reposo el soldado, que hace tiempo esta descansando,  que de vez en cuando se pinta la cara, saca su viejo sable  con su uniforme de punta en blanco y voltea algún que otro molino, como para no perder la practica y dejarle en claro a la vida, que este quebracho estará viejo y algo maltrecho pero las raíces siguen bien afirmadas a su terruño.
F. L. G. "alias" P4ToTa

1 comentario:

IndianaManzana dijo...

Un estilo único e inconfundible. Hermoso relato.